Sobre la Estrategia de Alimentación Saludable, Justa, Sustentable y Económica del gobierno de México*

Victor Saadia
3 min readJan 25, 2021

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*La presente columna de opinión fue previamente publicada en lasillarota.com el 5/09/2020

El gobierno de México anunció recientemente la creación de la “Estrategia de alimentación saludable, justa, sustentable y económica”. Mi primera reacción ante esto fue de entusiasmo: la administración federal hablando de “nutrición”, en el mismo renglón que “justa”, “sustentable” y “accesible”.

La coyuntura actual ha puesto en evidencia la importancia de la nutrición, la interconexión de todos los sistemas que la (im)posibilitan, así como sus efectos en el metabolismo individual y social pero no considera que va más allá de saber lo que es bueno o malo comer, y supera la elección personal. La mala nutrición de los mexicanos deja al descubierto la división social y económica; los conflictos de interés de las empresas y los gobiernos; la corresponsabilidad entre el que vende, el que informa y el que come; la ignorancia sobre esta materia en el mundo médico, así como el costo social, cultural, económico y de calidad de vida de una población con tantas enfermedades crónicas causadas en gran medida por mala alimentación.

Resulta esperanzadora la decisión del gobierno de enlazar a la Secretaría de Salud, de Educación, de Agricultura, de Bienestar, de Medio Ambiente, de Economía, así como otros órganos como el CONACYT y la PROFECO en una conversación multidisciplinaria para procurar un cambio de paradigma, pero hay una segunda reacción ante este novedoso discurso, (me refiero en particular a la Conferencia de Prensa del 29 de julio) -que reconoce el poder del pensamiento crítico y el pensamiento complejo-, y es escepticismo. No estamos acostumbrados a pensar de manera compleja, mucho menos a actuar desde una trinchera política, económica, ambiental, educativa y civil al mismo tiempo.

En general, el sistema funciona mejor cuando cada parte de su maquinaria se concentra aisladamente en lo que es “experta”. Es difícil reconocer que optimizar una fracción de la máquina no necesariamente es lo mejor para otra. El sistema es tan complejo que nos cuesta trabajo pensar en soluciones, preferimos decir que el sistemaestá roto y debemos parcharlo, cuando en realidad, así fue construido.

En resumen, no estamos preparados para afrontar las incomodidades que un plan de esta envergadura conlleva. El pensamiento complejo –aquel que nos invita a lidiar activamente con las paradojas, incongruencias, reduccionismos–, es difícil de entender y por ello el cómodo vaivén de la inercia, el actuar “más o menos” como se debe, es nuestra tácita elección.

Estamos cerca de reconocer abiertamente que la nutrición como fenómeno econo-socio-ambiento-cultural necesita un cuestionamiento que integre a todos sus actores. La población ha dependido por mucho tiempo de lo que se le vende, lo que se anuncia constantemente pero no nutre, y eso acaba por generar una confusión que produce miles y miles de muertos al año.

La Estrategia apela a una reescritura del sistema, pero también a generar una nueva consciencia en la gente. Una buena parte de la población sabe que es necesaria, pero no está lista para vivir con incertidumbre. El cambio siempre conlleva incomodidad. Esto también sucede en los procesos individuales, mismos que se espejean a nivel político.

Lo que hay detrás de la Estrategia, no sólo es el conflicto de interés y la disputa frente a frente con empresas muy poderosas, es también la necesidad que tenemos de su existencia para seguir funcionando. No se trata pues, de escribir un programa y dar un par de pláticas informativas al respecto, sino que estos planes deberán presentarnos a todos (personas, empresas, políticos, académicos) sus propuestas para explicar lo hasta ahora, desconocido.

Es probable que el gobierno utilice esta oportunidad para culpar a las administraciones pasadas, todo héroe necesita un villano. Es más necesaria, en cambio, la construcción de un héroe que se asuma a sí mismo y no se victimice. Un héroe que no solo tenga discursos incluyentes y sepa decir no al brillo del dinero inmediato sino que esté dispuesto a vivir por un tiempo indefinido en el fango de una mera posibilidad de cambio.

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