Estoy en el aeropuerto y hoy es tu cumpleaños_
Hola Ella:
Estoy en el aeropuerto y hoy es tu cumpleaños de 7 años. Voy para allá.
Recuerdo que hace 6 años escribí la primer carta que yo había escrito a un hijo y tal vez era la primera vez en tu vida que tu recibías una. Nunca te leí esa carta y tal vez ni siquiera sabes que existe, aunque seguramente está guardada en algún disco duro y posiblemente también en algún cajón.
La línea que más recuerdo de aquella carta, y me hace llorar ahora que la recuerdo, es una línea que decía que el día que naciste fue la primer nevada del año en Nueva York, en donde nos encontrábamos. Y te mencioné que yo había visto nevar muchas veces, pero nunca había visto nevar estando tú en el mundo. Y eso cambiaba todo.
Recuerdo que escribí aquella carta cuando cumpliste un año, pero me costó mucho trabajo porque no me atrevía a hacerlo. Por semanas pospuse el momento de sentarme a hacerlo, hasta que terminó siendo una tarde cualquiera en la sala de maestros de la biblioteca de la universidad en la que trabajaba. Hoy me doy cuenta de que el momento idóneo para esas cartas no existe, tú creas ese momento en el instante que decides y por eso te escribo desde el aeropuerto entre las prisas de saber que pronto correré a la terminal C para tomar el avión que me llevará contigo.
Y hablando de crear momentos, la decisión de traerte al mundo siempre hubiera sido pospuesta por mi hasta tener las condiciones suficientes para poder tenerte, pero fue tu mamá la que creó ese momento y justo porque fue creado -sin esperar demasiados cálculos de tiempos, de presupuestos en Excel, de “edades idóneas”-, es que fue perfecto.
Te veo en las fotos, veo tu mirada y te siento mi hija porque te pareces a mí. No solo en lo físico, sino en cierto tipo de familiaridad de dos almas que vienen del mismo planeta, aunque probablemente no vayan al mismo lugar, porque yo tendré mi destino y tu escogerás el tuyo. Lo bueno es que nos podremos comunicar siempre por whatss app.
Te pareces a mí, pero me gusta más pensar que yo me parezco a ti. Que yo quiero parecerme a ti con tu sabiduría sobria, con tus habilidades de relaciones públicas sinceras, con tu curiosidad infinita por saber qué hay detrás de cada ventana, de cada puerta, detrás de las palabras que tus padres comparten en inglés o en voz baja para que no oigas. También -con tu inhabilidad de quedarte dormida en tu propia cama-, de venir cada noche al cuarto de tus padres para averiguar qué cosas suceden ahí. Y también, claro, para que te abracemos y puedas dormir más tranquila. (Aunque a mi no me gusta dormir pegado a ti porque me pateas y te me encimas demasiado)
Dicen que los primeros 6 años de vida son trascendentales para los niños. Que ahí se les programa la mayor parte del inconsciente y se siembran las semillas neurológicas y emocionales de las posibilidades que esa persona tendrá a lo largo de su vida. Eso me da miedo. Saber que ya pasó tu mayor grado de neuroplasticidad y de saber que los cambios de creencias y pathways cerebrales ya están algo predeterminados en ti.
Me da miedo porque siempre hay mejores cosas que pudiéramos haber inculcado y aprovechado para programar en tu cabeza y corazón. Que en tu corta vida ya viste y sentiste vergüenza, culpa, rechazo y tal vez más de una vez me escuchaste gritar “cállate”, o haz sentido que te he retirado mi amor porque no te quedas sentada en la mesa de la comida, o porque no te quieres dormir, o porque siempre invitas a más niños a comer cuando tal vez no es el mejor plan para todos.
Pero, además de miedo, también me da gusto. Porque gracias a tu nacimiento, mi corazón se abrió mucho más de lo que ya se había abierto meses antes de decidir que te íbamos a invitar a este mundo. La discusión de tenerte fue difícil porque yo tenía miedo y ahora me doy cuenta de que fue bueno tenerlo. Porque si no te da miedo traer hijos al mundo significa que estás, a varios niveles, desconectado de la realidad. Y que, por lo mismo, el miedo en sus múltiples tonos de grises (o azules y rojos), estará siempre ahí.
También me da gusto que ya estés pre-programada para el futuro porque en estos cortos y largos años también has sentido amor y libertad. Y te has sentido a ti misma como la creadora de tu realidad. Y tal vez más importante, sé que has sentido los abrazos que te damos y que a través de ellos sientes los abrazos que te da a ti la vida misma. Has tenido suficientes abrazos de tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos, tus amigos y tus maestros, que neurológicamente está programado en ti un sentido de pertenencia y de merecimiento. Un sentido de seguridad y de que no sólo eres querida, sino que la gente y el mundo quieren tu querer de regreso. Y que el mundo te necesita. Como yo, tu padre, te necesito.
Yo recuerdo que en mi adolescencia tenía muchas ganas de decirles a mis padres “te quiero” y me costaba mucho, no porque no lo sintiera sino porque tenia algún tipo de vergüenza pre-programada (ya sea familiar o cultural) para no decirlo. Y recuerdo muy bien cundo empecé a hacerlo y hoy es algo que sucede en casi todas las llamadas y mensajes con mis papás. Bendigo los “te quiero” que nos hemos dado hasta este momento porque están programando en ti que la vida solamente de eso se trata: de poder decir te quiero y de sentirse querido, aunque se tengan momentos donde nada te lo recuerde. Y ¿sabes?, aún a mis 35 años, siento que mi inconsciente también se está reprogramando para acomodar mi condición de padre, mi condición de tener mi psique y corazón en una posición de dar más que de recibir. Como mi padre, que aprendió del suyo a darles la parte más rica de su comida a sus hijos, como el corazón de la alcachofa o el tuétano de los huesos que tanto nos gusta.
Tienes 7 años y tengo el privilegio de poder ver como el mundo y el lenguaje (que es lo mismo) empieza a entrar en ti, a crearte, a transformarte. Y veo que ese mundo y ese lenguaje ya no es exclusivo del interior de nuestra casa, porque ya imitas las palabras de otros, tonos de otros, y creencias de otros. Y está bien. Porque eres hija de esta casa, pero eres hija del mundo también. Y sea lo que sea que este mundo, esta sociedad, esta cultura, este leguaje te den a ti, tu madre y yo siempre compartiremos la paternidad/maternidad con ese mundo que no te dejará de dar opciones para que tu casa -tu hogar-, siempre lo puedas elegir tú y no sientas que las reglas, las costumbres y las palabras que hay en tus cuatro paredes son las reglas, costumbres y palabras de las paredes del mundo. Y viceversa.
Deseo que las confusiones, preguntas y hasta contradicciones de lo que ves en casa en relación al mundo sigan impactándote a tu corta edad, para que tu hogar no sea el lugar donde esos laberintos, interrogaciones y revolcones se resuelven, sino más bien el lugar en donde se acompañan, se legitiman y se comparten.
Por cierto, tuve que parar de escribir para abordar el avión. Ya estoy arriba en la fila 7D.
¿Sabes? Me gustan mucho los domingos cuando vamos a dar vueltas en coche para que tú y tus hermanas pequeñas aprendan a manejar. Por cierto, cada vez lo haces mejor y me sorprende cómo las vueltas bruscas que hacías al principio para corregir la dirección, ahora giras con suavidad y paciencia para corregir la trayectoria. Tal ves eso es lo que te espera en todos los años que siguen para ti: aprender de las brusquedades y de los cambios abruptos para desarrollar un sentido de paciente observación y soltura. Con las complejidades que se vendrán en los próximos años (pues todavía te falta incorporar el acelerador y el freno, así como salir a las calles donde encontraremos más automovilistas) también se vendrán con más autonomía y por tanto con más goce, pues dejarás de necesitar sentarte en mis piernas para ver más adelante.
¿Sabes que también me gusta de ti? Que eres rebelde. Y que me contestas y que a veces no me quieres hacer caso. Por un lado, sé que tengo que imponerte mi autoridad, “yo soy tu papá”, “tienes que hacer lo que yo te digo”, “porque yo soy tu papá”, etc. Pero me gusta que a veces no me hagas caso, o más bien, me dices que no me vas a hacer caso. Porque si, hay que ser obedientes y respetuosos, pero también hay que cuestionar las autoridades, no solo las de carne y hueso, no solo las de tu misma sangre, sino cualquier tipo de autoridad que te diga cuál es el rol que tienes que cumplir. No es la rebeldía la que me gusta per se, es el saberte merecedora de poder opinar y decir lo que tu quieres y no quieres.
Creo que nacemos en una casa, en una tradición, pero sé que la mejor forma de darle algún tipo de continuidad a ella, es la de salirte de tu casa y de tus valores innatos, perderte un rato, y luego, por voluntad, por libertad, elegir volver y seguir construyendo el siguiente piso de esa casa.
En ese sentido, quiero agradecerte porque a tu corta, pero tan determinante edad, eres testigo de mi viaje personal de transformación. Con la consecuente posibilidad de que crezcas pensando que mi forma de ser es la única forma de ser en el mundo. Lo que un hombre, de raza blanca, con cierto nivel socioeconómico y educativo, debe de hacer con su vida. Yo solo soy una posibilidad de entre muchas otras y por eso acuérdate que estás presenciando sólo a “un padre” y no “a los padres”. De esos hay de muchos sabores y colores y ojalá tu inconsciente sepa, que lo observado aquí no es la ley del universo ni de la naturaleza, solo una mínima y finita expresión de la misma.
Estoy contento también porque tal vez por primera vez en tu vida puedes leer esta carta con tus propios ojos. Te la voy a imprimir para que la puedas leer a tu paso y con tu propia comprensión de lo que estas palabras quieren decir, pero sobretodo, lo que los espacios entre las letras, esos e s p a c i o s e n b l a n c o, te están diciendo. Y tal vez te podrán seguir diciendo en años venideros.
Te pido perdón por estar publicando esta carta. Cuando empecé mi blog hace unos meses pensé que iba a compartir artículos de negocios, de nuevos paradigmas de salud y bienestar, de coaching, de wellness, de pensamiento complejo, y de como crear nuevas instituciones y valores para coordinar y co-crear nuevos futuros en la industria de la salud y el bienestar. Pero en los últimos meses me ha dado por compartir estas cartas que se suponen más privadas. Aunque, ahora que lo pienso, esas cartas privadas están haciendo justamente eso: sanar, crear bienestar y crear un nuevo paradigma, al menos para mí. Y ¿qué son los cambios de paradigmas sino conversaciones entre padres e hijos?
Me encanta que estás completamente presente en el presente de esta familia. Eres parte de las conversaciones, no sólo con tu atención sino con tus puntos de vista. En esta casa donde el papá tiene una cola de caballo, en la que platica con ustedes sus ganas de hacerse un arete, en la que a pesar de haber opiniones encontradas en la mesa, se puede hablar sobre los tatuajes y si está o no bien ponérselos; También, estás presente y opinando en las conversaciones sobre que rituales religiosos queremos seguir en casa, desde el Thanksgiving hasta Navidad, desde saludos al sol hasta temazcal, desde Janucá hasta el año nuevo gregoriano;
El simple hecho que sutilmente te vas dando cuenta que las maestras en tu salón son pareja, aunque son dos mujeres; de que se puede ir en chanclas a la escuela, que tu fiesta de cumpleaños sea una ceremonia de cacao frente al fuego y que aún no sabemos si dejarte usar el celular o tal vez limitarlo hasta más adelante;
Que no sabemos si queremos vivir en la ciudad o en otro lugar, si debemos de dejar de comer carne y si queremos llenarlas de clases en las tardes o simplemente dejarlas jugar a lo que ustedes se les ocurra.
Que ya tienes tu alcancía y te pones a vender cosas, y observas que no sabemos como hablarte de dinero para que crezcas sabiendo su importancia, así como su no importancia;
Que, como primogénita que eres -como lo son tus dos padres y tus cuatro abuelos-, por linaje tienes un peso importante pero que también queremos que crezcas siendo la mediana y la chica al mismo tiempo. Solo posibilidades para ti.
Y claro, reconocer lo afortunados que somos por poder tomar estas decisiones, por tener el lujo de ver todo esto como posibilidades en nuestra vida.
Por cierto, ya vamos a despegar y me piden que cierre la compu.
Posibilidades.
¿Será posible que la programación de tus primeros 6 años de vida sea una programación de posibilidades y no determinismos? ¿De opciones y no de directrices? ¿De elecciones y no de estructuras inamovibles?
Tan pronto aterrice te voy a leer esta carta. Tal vez la biología nos regale unos minutos más de plasticidad para que estas preguntas, como preguntas y no como respuestas, se te queden bien implantadas en tu cerebro y en tu memoria emocional.
Felicidades querida hija. Pura dicha de poder vivir contigo un día más de amor y posibilidad.
Te amo.
Victor Saadia es creador del “Curso de Pensamiento Complejo,Crítico y Multidisciplinario y Sistémico en Salud” y Co-Creador del curso/taller “Del Nuevo Paradigma de Sanación Humano-Planetario”